GEOMETRÍA HASTA EL INFINITO… (Y MÁS ALLÁ)
¿Qué hay detrás de una catedral gótica?
Sabemos que el gótico es el arte que nace en la Europa occidental al salir de las más grave crisis de su historia, lo que conocemos como la Alta Edad Media y también que fue posible gracias a un conjunto de avances técnicos procedentes de las cuatro esquinas del mundo conocido que permitieron a la arquitectura elevarse y ganar plasticidad, pero…
¿Cómo llegaron esos avances? ¿Quién fue el primero en saber que un arco apuntado no se iba a caer? ¿Los europeos del primer milenio crearon el gótico, lo copiaron o se inspiraron? Pues podemos decir que al menos la semilla ¡se la encontraron! Y fue por casualidad, donde menos se lo esperaban: en los viajes de los cruzados hacia Oriente para defender Jerusalén.
LAS CRUZADAS… la primera GLOBALIZACIÓN
Cuando las invasiones bárbaras asolaron Europa y arrasaron —literalmente— con todo lo que había, el Viejo Continente retrocedió y todo lo que se construyó desde ese momento fueron tímidos intentos de copiar lo creado por una Roma sublime. Pero, sin saberlo Occidente, la grandeza material del Imperio seguía viva a miles de kilómetros de distancia, en el punto que se denominó “la encrucijada del mundo”, donde confluyeron la nueva religión cristiana, la herencia cultural helenística y las avanzadas y complejas técnicas constructivas orientales. Enclavada estratégicamente en el punto de encuentro entre Europa y Asia, la Constantinopla bizantina fue la nueva forma romana de Estado, una especie de reserva de la gloria del Imperio que brilló en solitario durante toda la Edad Media, hasta la invasión de Jerusalén por parte de los turcos.
santa sofía… ¿la gran inspiración del gótico?
Increíble pero cierto, el primer templo importante por su magnitud en la cristiandad ¡tardó casi mil años en superarse en altura, grandeza y belleza!
El edificio conocido como Santa Sofía de Estambul (Hagia Sophia) fue construido en el siglo VI bajo el reinado del emperador Justiniano I. Sus números dan vértigo: cubre un espacio rectangular de más de 5.000 m2 (77 x 71 m), tiene una cúpula central cuyo diámetro supera los 30 m y una altura de más de 50 m —que equivale, para hacernos una idea, nada menos que a un edificio de 20 plantas—. En él intervinieron los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Lo más asombroso es que las obras comenzaron en el año 532 y concluyeron ¡en 537! ¡Solo 5 años después! Un plazo de construcción tan corto para una obra de tal envergadura que hasta cuesta creerlo.
Para su construcción se trajeron de Rodas unos ladrillos especiales, muchísimo más ligeros, marcados todos con un sello con la inscripción “Dios en medio y no se moverá”, una plegaria en la que se le pedía a Dios su estabilidad y seguridad.
Los cruzados además se encontraron con otros estilos artísticos y avances científicos procedentes de Oriente y pudieron ver in situ cómo se aplicaban estas soluciones a diferentes tipos de edificios, con lo que aprendieron a imitarlas. A su vuelta a Europa, todos estos nuevos conocimientos se sumaron al acervo arquitectónico existente y, al aplicarse progresivamente las técnicas aprendidas a las diferentes construcciones románicas, dieron lugar al surgimiento del nuevo estilo gótico.
Pero no podemos pasar por alto que en España muchas de esas soluciones y conocimientos ¡habían llegado ya siglos antes! Se encontraron pruebas constatables en la Córdoba califal y la Granada nazarí. Formaban parte de nuestra arquitectura y, aunque esta influencia es menos conocida que la anterior, algunos elementos del gótico primero salieron también de España rumbo al norte de Europa, y volverían integrados en una forma diferente, creando nuevos edificios de los que la catedral de Cuenca será pionera.
¿Sabías
Que...
¿A que parece increíble que con solo un libro de dibujo pudieran hacerse esas construcciones y, sobre todo, que se mantuviesen en pie? ¡Pues así era! Arquitectos, alarifes y otros profesionales del ramo aprendían a trabajar observando a sus compañeros con la única ayuda de manuscritos esquemáticos con unos pocos dibujos, que de poco servían sin la ayuda de un mentor que transmitiese los conocimientos. ¡Las técnicas de construcción eran el tesoro mejor guardado de la época! La profesión de arquitecto se transmitía de boca en boca y se desarrollaba con escuadra, compases y cartabones como únicas herramientas “tecnológicas” para sus cálculos y ejecución. Así, las iglesias eran la huella y el legado de sus creadores que, de alguna manera, contaban su propia historia al visitante. En la Biblioteca Nacional de París puedes ver el cuaderno de viajes con los dibujos del arquitecto del siglo XIII Villard de Honnecourt.
EL CIELO COMO LÍMITE
La ciencia y la tecnología modernas nos han acostumbrado a que se produzcan grandes saltos revolucionarios y avances radicales en pocos años, pero históricamente no era así, ni mucho menos: los conocimientos y sus aplicaciones prácticas eran lentos en su descubrimiento y aún más en su aplicación.
En la arquitectura y el estilo gótico, en concreto, se puede rastrear el desarrollo de sus grandes avances a lo largo de los siglos precedentes y, en algunos casos, como el del arco apuntado, son préstamos de culturas muy lejanas, como la sasánida y su arco parabólico o catenario. Esta influencia oriental subyace en la arquitectura medieval francesa. De hecho, si lo piensas, verás como, a lo largo de la historia del arte —desde las pirámides egipcias—, el ser humano ha visto en el triángulo un parámetro constructivo. En el caso de las pirámides, se construye una estructura monumental para albergar una pequeña sala pero, con el paso de los siglos, se buscará lo contrario, conseguir un espacio interior cada más grande y funcional, para lo que habrá que introducir soluciones técnicas cada vez más complejas.
La clave aquí está en el arco, que es el elemento transformado y transformador que empieza a transmitir más eficazmente el peso verticalmente, ya que se ha aprendido a eliminar la parte del arco y del apoyo que “no trabaja”, es decir, que no aporta resistencia para sujetar el peso. ¿Qué se consigue con esto? Pues algo tan fundamental como que los edificios puedan ser más ligeros.
Esa herramienta técnica, junto con otras como el contrafuerte o la vidriera, fue la inspiración —no olvidemos que las innovaciones en el arte surgen siempre de algo que nos inspira— que iluminó a los arquitectos y les permitió crear nuevos edificios, y dar así ese gran salto arquitectónico del románico al gótico.
¿Sabías
Que...
…en una catedral gótica hay más números que oraciones?
Y ya es decir, ¿verdad? Las catedrales no eran solo templos religiosos, también eran laboratorios, museos y escenarios de historias curiosísimas que no te puedes ni imaginar. Los escolásticos —uno de sus máximos exponentes fue santo Tomás, filósofo, poeta, jurista y dominico del siglo XIII y una de las más grandes mentes de todas las épocas— pensaban que la geometría era un modo de establecer un vínculo entre los seres humanos y Dios, una ciencia sagrada. Se trataba de un planteamiento filosófico que buscaba entender racionalmente aquello que, por la fe, ha sido revelado. Esta misma observación de la naturaleza y rigor científico llevados a la arquitectura dieron como resultado construcciones complejas y refinadas, formalmente ambiciosas, a la vez que cargadas de intención simbólica (vamos, que no era cosa de echar solo unos números).
El arquitecto era considerado un imitador del Divino Maestro, Dios, y aparece ya aquí como científico que concibe la arquitectura como geometría aplicada donde dominan las teorías matemáticas y los sistemas de proporciones. La arquitectura se revelaba como una de las más complejas actividades de síntesis del pensamiento humano: una disciplina con un lenguaje propio que integraba el arte, la ciencia, el humanismo, la tecnología…
¡HÁGASE LA LUZ!
Y se hizo… en el interior de estos magistrales templos de piedra, donde el milagro se obró para introducir en ellos la luz a través de los vitrales coloreados y convertirlos en lugares de máxima escenografía al impactar sobre los fieles. ¿Cómo? Pues con la disposición de distintas alturas, por donde la luz no entra caprichosamente, sino que lo hace a través de vanos que en absoluto están dispuestos al azar. Se trata de un sistema visual complejo, definido por la manipulación de la luz y por la utilización del color. Y es que el uso de los colores también tenía truco. Para conseguir esa iluminación cálida y brillante —y más aún en los países del norte de Europa, de cielos plomizos—, era necesario que la vidriera filtrara lo más posible la luz del exterior, la controlara y manipulara, recreando así el ambiente de recogimiento que la liturgia medieval buscaba. Principalmente se usaban colores oscuros, con tonos azules y rojos que permitían matizar la entrada de la luz de manera definitiva más que ningún otro. El color rojo era el color más utilizado, seguido del azul. Ambos colores se matizaban por la grisalla, cuyo tono blanquecino permitía resaltar volúmenes. En una escala inferior, estarían el amarillo y el verde, que se usaban para dar variedad de colorido y resaltar matices de las figuras. Estos colores permitían la entrada de rayos de luz indirectos, lo que creaba en el interior una atmósfera sobrenatural que llegaba hasta las partes más bajas del templo, con el consabido efecto sorpresivo y trascendente sobre el espectador. Por último, los colores negro, violeta y marrón eran los menos utilizados en general.
¿Sabías
Que...
…dos veces al año se produce un milagro en la catedral de Cuenca?
Hay un fenómeno propio de la catedral conquense que ocurre dos veces al año en su interior. Del 19 al 22 de mayo y del 25 al 28 de julio se produce allí el conocido como ‘milagro de la luz’: un espectáculo donde la luz es la protagonista, que ocurre 33 días antes y después del solsticio de verano. Los rayos del sol entran en la catedral y se alinean con la girola, las vidrieras y el óculo, impactando sobre dos de los elementos de mayor carga simbólica: el arca donde reposan los restos de san Julián, patrón de Cuenca, y el cuadro de la Resurrección de Cristo.
No es que Cuenca tenga la exclusiva de este milagro —otros templos también han buscado en su construcción este mismo efecto lumínico— pero sí tiene algo que la hace diferente: en el resto de edificaciones donde se da el fenómeno, ocurre solo una vez al año, coincidiendo con el solsticio de verano, cuando el sol alcanza su máxima declinación. Vale que el hecho de que en la catedral de Cuenca se produzca por partida doble y en fechas distintas fue algo que ocurrió sin querer: cambió a raíz de una gran obra llevada a cabo en su interior en el siglo XV, que desplazó el óculo de su ubicación original.
Fotos: Gustavo Villalba